SANTOS DE HOY
- Nicanor diácono y mártir; Agatón papa; Aldo confesor; Guillermo (William y Willy), Juan el Bueno, Patronio y Domiciano obispos; Marciano presbítero; Pedro Urseolo monje. Gonzalo beato.
Martirologio Romano: En la ciudad de Arequipa, en Perú, beata Ana de los Ángeles Monteagudo, virgen de la Orden de Predicadores, que con sus dones de consejo y profecía se dedicó a promover el bien de toda la ciudad (1686).
Biografía de Ana de los Ángeles Monteagudo
Nació en Arequipa (Perú) el 26 de julio de 1602. Sus padres la enviaron a formarse en el monasterio dominico de Santa Catalina donde forjó su profundo espíritu religioso.
Cuando tenía catorce años, su familia decide llevarla de vuelta a casa, pues deseaban iniciarla en la vida social de la ciudad y comprometerla en matrimonio.
Sin embargo, otro era el Plan de Dios y el deseo de Ana, que ya experimentaba claramente el llamado de Dios a consagrar su vida en el convento dominico.
Su entrega al servicio de Dios
Animada por la certeza de su vocación, regresó a Santa Catalina a pesar de la gran oposición de sus padres.
Como novicia, su amor al Señor se purificó en la lucha interior. Quería con sinceridad llegar al cielo, pero le atribulaban algunas dudas sobre como hacerlo y eso le daba gran sufrimiento.
Su devoción por las Almas del Purgatorio
Un acontecimiento providencial marcaría la espiritualidad personal de Ana por el resto de su vida.
Ana se encontró con un fragmento de la vida de San Nicolás de Tolentino, de quien era devota; allí estaba el santo orando fervorosamente por aquellos que se encontraban en el Purgatorio y al ver el demonio que la oración de Nicolás era eficaz, trata de impedírselo; a más ataques y golpes del maligno, más era su fortaleza y más eficaz su oración.
Después de leer esto, los miembros de la Iglesia Purgante serán la gran preocupación de Ana. Por ellos rezará, hará sacrificios y buscará recursos para ofrecer misas de sufragio.
Ana quería ser santa y así lo fue manifestando en el amor que puso en cumplir con las responsabilidades que se le fueron confiando. Sacristana, y al tiempo Maestra de Novicias.
En tiempos de la Beata Ana, la pequeña ciudadela de sillar que es el Monasterio de Santa Catalina, albergaba cerca de 300 personas. Era de estricta clausura, pero varias religiosas se habían relajado en la vivencia de su vocación.
Cuando Ana fue elegida priora se esforzó por la reforma de su comunidad; las fieles se alegraron pero las otras personas descontentas le hicieron la vida imposible. Inventaban historias que la desacreditaban, se quejaban ante el Obispo, la encerraban en su celda y llegaron incluso a intentar matarla en tres ocasiones. A todas las afrentas respondía con el perdón, con la caridad, con la paciencia y con mucha prudencia.
Dones extraordinarios: don de profecía y bilocación
Vivió hasta las últimas consecuencias su vocación dominica y además Dios le concedió dones extraordinarios con los que pudo desplegar su amor al prójimo.
Tenía fama de vidente y gracias a ello puedo socorrer en graves peligros a gente de todo tipo, incluso a su propio Obispo.
La estrecha relación de Sor Ana de los Angeles de Monteagudo con las almas del Purgatorio, fue determinante para sus predicciones.
En varias oportunidades predijo enfermedades de algunos de sus allegados. Anuncios que muchas veces fueron tomados con rechazo, desconfianza e incredulidad por las personas que de una u otra manera eran afectadas.
Las personas que la conocieron personalmente llegaron a señalar un total de sesenta y ocho predicciones todas cumplidas, realizadas por la venerable monja
La Beata Ana estuvo también preocupada por la evangelización de los indígenas. Desde la clausura desplegó un celo muy grande por esta causa, socorría a los indígenas pobres que se acercaban al convento e incluso empleaba el don de la bilocación (estar en dos lugares al mismo tiempo) para ayudar en la conversión de los nuevos cristianos.
Su muerte
Sor Ana de los Angeles falleció el 10 de Enero de 1686. Muerta Sor Ana, no fue necesario embalsamar su cuerpo, por el buen olor que despedía. Fue enterrada en el piso de tierra del Coro del templo del Monasterio.
Diez meses después, el cadáver de Sor Ana fue exhumado y encontraron el cuerpo fresco, sin mal olor y con flexibilidad comprobada de los músculos y articulaciones. Inclusive exhalaba un olor muy singular que no los dejaba moverse de aquel sitio.
Luego de su muerte los milagros continuaron; numerosos casos de personas que padecían alguna enfermedad y al encomendarse a Sor Ana o tocar alguna prenda que le perteneció, desaparecían los males que les aquejaban.
Todos estos hechos motivaron a las monjas catalinas a unir testimonios y presentar una petición el 19 de julio de 1686, es decir a seis meses de su muerte, para que la venerable monja pase a ser la primera Santa de Arequipa, proceso que todavía no ha llegado a su fin.